Cena con Satanas

Cena con Satanas

sábado, 26 de junio de 2010

Breve biografía de la Puta de mi madre II



Pero no solo Andrés disfrutó de ella.

De todos es sabido que algunos hombres suelen presumir de sus conquistas y hazañas amorosas, y Andrés era uno de esos tipos. Para presumir de haber cazado a mi madre, se jactaba ante sus amigos de las gloriosas y excitantes veladas que pasaba con ella. También se mofaba del cornudo de mi padre y se reía con ellos comentando las artimañas que empleaban para burlar su celosa desconfianza.

Solo fue cuestión de tiempo que algunos de estos hombre se arrimaran a mi madre con la clara intención de seducirla y llevarla hasta sus camas.

Ella, que era una buena pieza, y muy sagaz, se daba perfecta cuenta de la situación. Y decidió que para tranquilidad de su amando, y hacerle ver que ella no le reclamaría sentimentalmente, lo mejor que podía hacer era acceder a las insinuaciones de estos hombres y follar con sus amigos, contentándoles igualmente. Por eso informó a Andrés de las insinuaciones de sus amiguetes y de su intención de acceder a sus pretensiones para complacerles, y naturalmente, complacerse así misma ampliando su lista de folladores. Naturalmente, él no tuvo inconveniente y junto con un buen puñado de amigos se estuvieron follando a mi madre durante largo tiempo.

Hasta esa época, mi madre no había mantenido relaciones sexuales con más de un hombre a la vez, y fue por entonces cuando ella experimentó lo delicioso que resultaba ser poseída por dos, tres o más hombres en un solo encuentro, pues estas sesiones de sexo desenfrenado duraban mucho más tiempo, y para ella esto suponía aún mucho más placer y satisfacción.

Estas relaciones a múltiples bandas resultaron de lo más excitante y apasionante para mi madre. La muy puta se sintió revivir.

El cornudo de mi padre ni se enteraba, ya que entre todos lo tenían bien distraído con todo tipo de jilipolleces que solo a un jilipollas como él podía interesar y distraer, para, mientras tanto, follarse a su mujer prácticamente a diario. Fue una etapa, en la vida de mi madre, de lo más excitante y emocionante, que vivió con muchísima intensidad que la hizo extremadamente feliz.

Tan intensa era esta actividad, que ideaban mil y una escusa para pasar unos días en nuestro pueblo. Escusas como que mi madre tenía que ver a sus padres porque los echaba mucho de menos, o que tenía que ir a visitar alguna amiga que estaba enferma, o acudir a algún entierro en el pueblo, o “que a mi abuela le había venido la regla y se ponía muy mala”, etc., en fin, todo tipo de estratagemas y excusas, aveces absurdas, que mi padre se tragaba porque su inteligencia no le daba para más.

Gracias a estas escapadas, tanto Andrés como sus colegas pudieron conocer a mi tío Salvador, del que, como ya he dicho anteriormente, mi madre también se había enamorado perdidamente, y a Paco, un primo de mi padre (que de primo no tiene nada, o sino que se lo pregunten a la zorra de mi madre) con el que ella había pasado muy buenos ratos durante su soltería, y al que yo llamaba cariñosamente tío.

Este último, mi tío Paco, trabajaba de guarda en una finca privada de caza propiedad de unos señores muy ricos, los cuales tenían una gran casa en el campo, con jardines, piscina, animales y mucho lujo, así que las fiestas se producían allí.

La mayoría de las veces estos encuentros eran secretos, es decir, nadie en el pueblo sabía que mi madre estaba allí, y por supuesto muy pocos sabían lo que pasaba en esta casa.

Y digo muy pocos porque, tanto mi tío Salvador como mi tío Paco tenían muchos amigos en los pueblos de alrededor, y muchos de ellos ya conocían la condición viciosa de mi madre. Naturalmente todos sabían guardar bien el secreto que se escondía en la gran mansión de los ricos.

Durante muchos fines de semana, sobre todo, se producían en aquella casa un peregrinar de hombres que, con cualquier escusa, acudían a pasar un buen rato con mi madre en aquel burdel improvisado.

Tanto mis tíos, Salvador y Paco, como Andrés habían congeniado muy bien. El primero y el último sabían que mi madre sentía algo especial por ellos, y esto afianzó aún más su relación de amistad y complicidad, hasta tal punto que pronto mi madre no tuvo que elegir con cual se acostaba cada vez; comenzó a follar siempre con los dos a un tiempo. Hacían un trío magnifico.

Pronto, la actividad sexual de mi madre se incrementó a unos niveles que Andrés y mi tío Salvador comenzaron a pensar que a esa insaciable mujer se le podía sacar un mejor partido, y comenzaron a idear como podrían explotar todo su potencial. Decidieron dar el salto de tener solo una relación sexual y viciosa con ella, a utilizar su potencial para ganar dinero. Y para ello decidieron introducirla en el negocio de la pornografía, actuando ellos como representantes.

Mi madre ya les había demostrado con creces que para ella no había ningún límite. En muchas ocasiones les había dicho que le pidieran lo que fuera, que ella estaría dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de que nunca dejaran de follársela. Así que comenzaron con lo más sencillo. Alquilársela a quien quisiera disfrutar de ella. Y la verdad es que no le había encontrado mejor actividad. La pornografía era la ocupación que más y mejor se adaptaba a las cualidades de mi madre, realmente había nacido para eso.

Por supuesto que ella no puso ningún impedimento, sino más bien todo lo contrario, entendió que de esta manera la cantidad de hombres que pasarían por su cama aumentaría considerablemente, con lo que sus cuentas corrientes aumentarían notablemente.


Continuará...

jueves, 24 de junio de 2010

Pinceladas biográficas de la Puta de mi madre

I

Soy un hijo de puta. Si, un pedazo de hijo de puta. Y no por nada en especial, sino por ser hijo de una PUTA, con mayúsculas.

Pero para mi esto no tiene nada de negativo, sino todo lo contrario, es para mi un verdadero orgullo haber sido afortunado con el hecho de ser parido por una de estas dignas mujeres.
Pero no todo es perfecto, porque me hubiese gustado se hijo de padre desconocido, que sería lo apropiado, y no del, maricón, picha corta y cabrón que la preñó.

Mi madre fue la más puta de las tres hijas de mis abuelos. Por cierto, mi abuelo resultó ser un chulo vicioso que vivió de cobrar los favores sexuales de mi abuela y es por esto que, tanto mi madre como sus hermanas, desde siempre habían visto el ir y venir de los hombres por casa cuando estos iban a follarse a mi abuela, puta de profesión, por lo que siempre habían tenido como algo normal las actividades que allí se realizaban.

Pero volviendo a mi madre. A la muy zorra se la habían follado casi todos los muchachos de su pueblo durante su adolescencia y juventud. Los chavales conocieron los placeres del sexo con ella, y ella había gozado con sus pollas como una loca. Su fama era tan conocida por toda la comarca que los jóvenes de otros pueblos venían a ver si podía disfrutar de sus favores. La mayoría lo conseguían porque a la muy zorrita la volvía loca, ya por entonces, que la follaran.

Pero el tiempo pasaba, y mi madre veía como sus amigas se echaban novios y poco a poco se iban casando mientras ella se estaba quedando sin pareja, ya que todo el que se le acercaba lo hacía solo para follársela, así que comenzó a tantear a los muchachos que por un motivo u otro no se emparejaban. Pero como estos sabían de su fama, la mayoría la rechazaban como pareja, por puta.

Hasta que, como no, encontró al gilipollas que sería mi padre, un gordito picha corta y eyaculador precoz que nunca había estado con una mujer, y del que se decía que le gustaba que le dieran por el culo.

Así que fue mi madre quien lo desvirgó. Y aprovechando su inexperiencia se dejo preñar por él con la única intención de cazarlo. De aquel embarazo de mierda nací yo. Pero a la muy zorra le salió mal la jugada, porque, una vez casados, el cabrón resultó ser, a parte de maricón, un jodido celoso que durante muchos años la mantuvo a dieta, en cuando al sexo se refiere.

Pero naturalmente, durante el tiempo que mi madre estuvo bajo su dominio, no le había sido totalmente fiel, y mantuvo ocasionalmente algún escarceo amoroso a escondidas, con lo que pudo disfrutar de los placeres carnales que tanto le gustan. Y el primero que consiguió follársela después de casada, fue un hermano de mi padre, mi tío Salvador, que era un guaperas muy seductor.
A mi madre la ponía muy cachonda con sus bromas y juegos insinuantes, propios de un cazador sexual, y los que ella no pudo, ni quiso, resistirse.

Esa relación se izo cada vez mas intensa hasta que irremediablemente ella se enamoró perdidamente de él, o de su polla, porque conseguía que se correrse como una perra jodiéndola siempre con tal intensidad que la dejaba destrozada, por eso mi madre se volvía loca con él. Mi tío la hacía muy feliz.

De esta manera pasaban los días, follando cada vez que podían, y que con el tiempo esto fue casi a diario. Hasta que ocurrió lo que tenia que ocurrir. Se quedó preñada de él.
Se lo montaban tan bien que el gilipollas de mi padre ni se enteraba de lo que ocurría a su alrededor. Así que mi madre parió a mi hermano Antonino, hijo de mi tío Salvador. No se si supo o sospechó alguna vez de que el niño era suyo. Mi madre nunca se lo dijo.

Pero este idilio se fue alargando en el tiempo y la relación entre mi madre y mi tío se fue haciendo cada vez más intensa y lujuriosa, hasta que él fue dándose cuenta de que el vicio de mi madre no tenía limites, y como él no estaba enamorado de ella, comenzó a tener la idea de que podía ser una buena inversión para hacer dinero fácil, a ella no le resultaría difícil, ya que su padre izo lo mismo con su madre. Y mi tío debió pensar -Sera cuestión de tiempo-.

Pero por desgracia el cabrón de mi padre se tuvo que ir, por motivos de trabajo, a que le dieran por el culo a otro lugar y la relación de mi madre con mi tío se interrumpió algunos unos años.

Durante este tiempo mi madre fue muy desgraciada. Mi padre no sabía follársela como ella necesitaba y se merecía y además se lo hacía muy poco, por lo que mi pobre madre sentía verdadero asco cada vez que ese inútil le metía su mierda de picha en su hermoso y valioso coño, y no pudiendo evitar quedarse preñara otra vez, pero por suerte esta vez parió mi hermana María Ángeles, que, sorprendentemente, seria una hermosura de hembra.

Aun así, mi madre lo siguió pasando muy mal durante algún tiempo, pero afortunadamente se cruzó en su camino otro hombre maravilloso, Andrés, un compañero de trabajo de mi padre, alto, fuerte y muy apuesto que consiguió despertar en ella esa pasión que dormía latente en su interior, y como ella siempre ha sido muy caprichosa, se enamoró de él.

Andrés no tardó en darse cuenta de las insinuaciones de mi madre, y pronto comenzaron a tener muy buenas “relaciones”. Follaban siempre que podían. Había días que él le echaba hasta cuatro polvos. El tío estaba desatado. Mi madre no era para menos. Nunca había conocido a una mujer tan caliente, y tan puta. Y ella estaba loca de contenta porque hacía mucho tiempo que no tenía a un hombre con una polla tan grande y gorda, y tan vigoroso a su lado.

Durante todo el día mi madre no pensaba nadie que no fuera él. Esperaba su encuentro con el ansia de una adolescente enamorada para entregarse a él en cuerpo y alma, para vivir esos gloriosos momentos en los que él la follaba incansablemente hasta dejarla agotada y satisfecha de tanto placer que recibía.

Andrés sabía que mi madre se había enamorado perdidamente de él, bueno, no sé si de él o de su enorme polla, pero lógicamente a Andrés lo único que le interesaba de mi madre era su coño y lo bien que le mamaba el nabo.

Pero Andrés estaba tan encelado con ella que no calló en la cuenta de que, con tanto semen conque llenaba casi a diario a mi madre era inevitable que nuevamente se quedara preñada. Esta vez tampoco tuvo duda de quien era el padre de la criatura, y cuando se lo dijo, él le tuvo que dejar claro cual era la relación que había entre ambos. Que él no quería saber nada del embarazo ni del niño.

Naturalmente a mi madre esto no le importo lo mas mínimo, pues ella también lo tenía todo muy claro. Aria lo que haría lo que fuera con tal de seguir disfrutando de los placeres que Andrés y su polla le daban.
Hábilmente, la muy zorra se encargó de volver a hacer creer a mi padre que la había embarazado de nuevo. Y el pobre imbécil se lo volvió a tragar todo. Andrés podía estar tranquilo, pese a que siempre supo que el bastardo de mi hermano German era hijo suyo, jamás le prestó la más mínima atención...

Continuara.

miércoles, 23 de junio de 2010



Advertencia:

El siguiente relato es ficción. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

El relato contiene pasajes y descripciones que pueden herir la sensibilidad del lector.
Esta ficción está adaptada y basada en un auto de fe de la inquisición francesa del siglo XVII, en la que se describen las aberraciones supuestamente cometidas durante la celebración de una misa negra por unas personas acusadas de blasfemia y herejía.




DE COMO MI MADRE SE CONVIRTIÓ AL SATANISMO

Durante un largo tiempo mi madre había siendo iniciada en el Satanismo por el Sr. Thomson, un amigo satanista de mi tío Salvador. El satanismo es una religión que reniega de todos los prejuicios morales impuesto durante cientos de años por las religiones convencionales, y que proclama la naturaleza animal de hombre, por lo que reivindica la complacencia en la realización de los deseos carnales y alienta dar rienda suelta a los instintos que nacen de esta naturaleza animal.

Y como desde que mi madre tuvo uso de razón, el instinto que más fuerte la motivaba eran las pulsiones sexuales, reproductivas y lujuriosas, ella enseguida había comprendido que el satanismo era la filosofía que le permitiría alcanzar las cotas más altas de placer sexual, al igual que le permitía satisfacerse así misma cometiendo los demás "pecados" sin sentir ningún remordimiento por ello.

Pero para convertirse en una auténtica satanista, mi madre tenía que someterse al rito de aceptación de Satanás como único icono simbólico de todo lo oculto y prohibido que hay en cualquier convencionalismo cultural humano.
Para ello debía entregar su humanidad a Satanás sacrificando en su honor lo más sagrado: una vida engendrada en su propio vientre y que fuera fruto de la lujuria. Por eso, al poco de enfermar mi padre, ella se entregó a todo tipo de practicas sexuales con hombres desconocidos que pagaban para yacer con ella, hasta quedar embarazada.

Así que cuando mi madre parió al niño engendrado, mi tío Salvador y el Sr. Thomson organizaron la ceremonia que consistió en una Misa Negra según el rito ancestral.
El lugar escogido fue una granja propiedad del Sr. Thomson que tenía una de sus dependencias secretas habilitada para dichas practicas. La estancia, de planta rectangular de orientación este-oeste, estaba cubierta en su interior por lienzos negros con el bafomet bordado y perfectamente iluminada con cirios negros sobre lamparas de araña colgadas del techo. El altar allí levantado también era de granito negro. Justo detrás una gran cruz blanca, con los brazos invertidos, se alzaba sobre un tabernáculo de plata sobre el que estaba depositado un cáliz y una patena, igualmente de plata y un ejemplar de la Biblia Satánica. En el lugar de los asistentes tan solo estaban mi tío Salvador, y el Sr. Thomson, ataviados también con túnicas negras y encapuchados, que actuarían como testigos ante la comunidad de la Iglesia Satánica. Yo, que hacía las veces de ayudante, me encontraba a la izquierda del altar vestido con un habito marrón cubriendo mi cabeza con una amplia capucha, y tras de mi, junto al rincón, había dos grandes perros doberman jadeantes y hambrientos, atados con cadenas y tumbados en el suelo en la postura de la esfinge egipcia.

Cuando todos ocuparon su lugar, golpee el gong e hice sonar una campana. Entonces el cura renegado encargado de celebrar e ritual entró cubierto con un amplio manto negro y una capucha que ocultaba su rostro. Empujó la puerta y avanzó despacio seguido de mi madre, que igualmente llevaba puesto un manto negro con capucha que ocultaba el objeto del sacrificio que llevaba en brazos, y que no era otra casa que el niño que ella misma había parido hacía escasamente un mes y medio.

De una maleta que llevaba consigo, el abate sacó unos cirios negros, de forma serpenteante, que decía habían sido hechos con la grasa de abortos, que conseguía de una clínica abortista, que colocó encendidos a los pies del altar. Luego sacó unas hostias consagradas robadas de una iglesia cristiana y las puso en la patena. Terminadas estas operaciones, el cura se despojó de su manto y apareció vestido con los hábitos de aquel culto que iba a profanar una vez más.

Acto seguido le quitó a mi madre el manto de terciopelo que conservaba puesto. Desanudó el cinturón dorado que ceñía al talle los velos blancos y casi transparentes con que iba vestida y bajo los cuales, completamente desnuda daba de mamar del pecho derecho al hijo que iba a ofrecer a Nuestro Señor Satanás a cambio de ser acogida por Él. Después, la despojó de aquellos velos.

Mi madre estaba preciosa, perfectamente maquillada para la ocasión. El pelo negro recogido en un moño con aparente descuido. Su cara iba ligeramente empolvada dándole una apariencia de tenue palidez, y sus ojos perfilados con abundante rímel tras una ligera capa oscura al rededor de sus ojeras que le daban ese toque siniestro que la ocasión merecía. Sus labios iban pintados de carmín negro, y las largas uñas igualmente pintadas con esmalte negro.

Sin pronunciar palabra, mi madre avanzó hacia el altar y, tras dejar al niño en el suelo frente al ara del sacrificio, que comenzó a llorar, se tendió sobre éste en la forma ritual: la cabeza sobre una almohada en dirección sur y las piernas colgando, abiertas de par en par, frente a la cruz invertida y al cura, exponiendo su sexo esplendorosamente humedecido por la excitación, y debidamente acondicionado para la ocasión con la parte de la vulva completamente rasurada pero conservando el vello del pubis perfectamente perfilado y recortado.

Con mano experta, el renegado sacerdote le quitó las horquillas que sujetaban los cabellos de mi madre, cayendo éstos en cascada por encima de los lienzos negros que cubrían el altar. Después, entre los opulentos pechos llenos de dulce liquido vital, y temblorosos por una anhelada voluptuosidad, el cura colocó la patena de plata que contenían las hostias consagradas y sobre su vientre, concretamente sobre el pubis, puso un crucifijo cuyo pie tenía forma de falo.
El renegado se arrodilló con las manos juntas, cerca del cuerpo desnudo de mi madre pronunciando las palabras "Shemhamforash" y "Ave Satán!" que fueron repetidas por los asistentes tras oír el gong, tras lo cual, y durante algunos minutos, imploró en silencio la ayuda de Satanás y de las potencias infernales.

Cuando el cura se levantó, tomó en sus manos una de las hostias consagradas sosteniéndola entre el pulgar y el índice de su mano derecha. La alzó luego a la temblante luz de los negros cirios mientras su mano izquierda acariciaba los pechos de mi madre, de cuya garganta se escapaban algunos gemidos de voluptuosa impaciencia mientras que de sus oscuros pezones brotaba leche.

La mayor de las profanaciones la realizó entonces el renegado cura, utilizando el sexo de mi madre como receptáculo de la hostia consagrada. Acto seguido se arrodilló entre sus piernas colgantes acercando su rostro a su sexo, cerrándolas ella en ese momento aprisionando su cabeza. Mi madre gimió con fuerza cuando sintió como la larga y puntiaguda lengua del cura comenzó a abrirse camino entre los labios para penetrar como una serpiente en su vagina y succionar la hostia consagrada empapada de los flujos vaginales de mi madre.
Como un arco de carne palpitante, su cuerpo se dobló y ya su cintura no rozó siquiera el altar profano. Esto hizo que resbalara la patena de plata y cayera al suelo el crucifijo junto al niño que lloraba desconsolado en el suelo, mientras ella increpaba al renegado, pidiéndole a gritos que se apresurara y la poseyera.
El cura se puso de pie y, levantándose los hábitos, se abalanzó sobre el cuerpo de mi madre que se estremeció bajo su ataque cuando el pene se introdujo hasta lo más profundo de su ser. El cura, que parecía estar poseído por el mismísimo Demonio, poseyó a mi madre impetuosa y violentamente hasta que, tras provocarle varios orgasmos, depositó en su interior su esencia creadora de vida. Después, una vez hubo satisfecho la lubricidad que mi madre demandaba llenando su vagina con su semen, el cura volvió a reponer en su sitio la patena, pero la cruz se la introdujo en la vagina.
Mientras el cuerpo de mi madre aún se convulsionaba estremecida por el placer recibido, el cura, con los brazos alzados, gritó con voz demencial:

¡Astaroth! ¡Asmodeo! ¡Satán!...¡Dueños de los Infiernos! ¡Yo os conjuro fervientemente para que aceptéis el sacrificio del niño, hijo de esta perra que voluntaria y gustosamente mente os lo ofrece...!

Dicho esto me apresuré a hacer sonar el gong, y el Sr. Thomson, que ya sabía lo que debía hacer. Recogiendo la criatura del suelo, tendió hacia aquel hombre el cuerpecito del niño que lloraba desconsolado, y este, a su vez, lo depositó sobre el vientre de mi madre que permanecía tumbada y en éxtasis con el crucifijo introducido en su vagina:

El celebrante se armó de un largo y afilado cuchillo y gritó:

¡Oh, Astaroth! ¡Oh, Asmodeo! ¡Oh, Satán! ¡ Yo solicito de vuestra gracia y de vuestros poderes la muerte para el hijo que os ofrece esta renegada, vuestra sierva Inés, y pido que la maldición de los infiernos recaiga sobre todo aquel que pretenda despreciarla por ello, por lo cual te implora esta mujer desnuda, para que le permitas entrar en gracia en tu Corte diabólica!

Dicho esto volví a hacer solar el gong, y se izo el silencio.

Lentamente, el cuchillo descendió hacia el cuello del bebé que era sostenido por su propia mi madre, en el que se hundió de un golpe seco salpicando de sangre el cuerpo de la mujer y la estola del innoble sacerdote, el cual llenó luego el cáliz de plata con la sangre que manaba de garganta del agonizante bebé. Después arrojó al suelo el pequeño cadáver y, metiendo sus manos en la sangre e invocando a Satanás con las palabras "Shemhamforash" y "Ave Satán!", se puso a bañar el vientre y los senos de mi madre, antes de alzar su casulla y repetir aquel acto consigo mismo en su pene nuevamente erecto, mientras los participantes repetían estas palabras y yo hacía sonar el gong.

Luego de invocar el nombre de Satanás, y después de que yo hubiese hecho sonar el gong, bebió un largo sorbo de la sangre de la criatura y pasó el cáliz a mi madre que apuró la sangre aún caliente de su hijo sacrificado, hasta que las últimas gotas resbalaron por la comisura de sus labios.

Una vez ella hubo apurado el liquido vital, golpee de nuevo el gong.
Mi madre lloró de satisfacción cuando el sacerdote le impuso una medalla con el símbolo del Bafomet, un pentagrama invertido, y que representa los placeres terrenales. Sus lágrimas hicieron correr el rímel de sus ojos, dejando unos chorretones negros que resaltaban sobre su pálida mejilla.

La imagen que presentaba mi madre era de lo más diabólica. El pelo suelto y enmarañado, los ojos rojos y muy abiertos, el rímel corrido por sus mejillas, la sangre que le chorreó de sus labios pintados de negro, y la boca abierta en un rictus de ansiedad contenida indicaba plenamente y sin ningún genero a dudas que mi madre estaba siendo poseída por el mismísimo Satanás. En ese momento sacó el crucifijo fálico de su vagina y lo lamió ávida y lascivamente, para luego tirarlo con desprecio al suelo. Esto me excitó de tal manera, llenándome de tanto orgullo y satisfacción que noté como eyaculaba expulsando chorros de semen sin tan siquiera haberme tocado el pene.
Sentí mucha alegría porque al fin ella se había liberado de toda atadura moral, y era consciente de que a partir de se día se abría para mi madre un mundo lleno de placeres lujuriosos sin limite, lujos y riquezas.

El acto terminó con seis toques de gong y una serie de oraciones invertidas, blasfematorias y obscenas, antes de que mi madre cogiera por los pies el cadáver su hijo, la victima propiciatoria que le había permitido ser poseída por Satanás y obtener su bendición y protección, y se lo echara a los dos perros que se levantaron ansiosos cuando ella se acercó, y comenzaron a devorarlo rápidamente desgarrando su cuerpo hasta convertirlo en un amasijo de carne de lechal humano.

Durante unos instantes todos nos regocijamos complacidos en la contemplación de aquella escena, después de lo cual los cuatro participantes se entregaron a toda clase de contactos carnales, copulando con mi madre como animales durante largo tiempo en una orgía demencial que llegó a las cotas más altas de la depravación humana

lunes, 21 de junio de 2010

Así es mi madre, una hembra hecha para follar


Os voy a presentar a Inés, mi madre, una mujer toda sensualidad y erotismo.

Ni que decir tiene que mi madre es una mujer que, para mí, está buenísima. Por supuesto que no es una top-model, pero siempre se ha cuidado mucho y es muy coqueta, y supongo que esto le ayuda a mantenerse deseada.

Mide sobre el metro setenta, es de pelo castaño muy oscuro, ligeramente ondulado y a media melena. Ojos grandes marrones claros. De facciones suaves, su cara es ligeramente ovalada, los labios son normales pero eso sí, carnosos y sensuales. Sus tetas me vuelven loco. Son grandes, pero no exageradas, muy tersas y ligeramente caídas (no descolgadas) y algo duras todavía, no olvidéis que ha dado de mamar a cuatro hijos y, no se a cuantos hombres más. Sus pezones son deliciosos, tienen una buena aureola marroncita oscura y casi siempre los lleva erectos debido a su estado de excitación permanente formando relieve sobre la ropa, cuando está excitada sobre salen mucho y nadie puede evitar la tentación de mirarla y desear chuparlos.

Su vientre no es totalmente liso, sus embarazos le han dejado las características estrías, pero para mi eso la hace más excitante, me encanta acariciar y besar su barriguita. Pero lo que verdaderamente no tiene precio es lo que tiene entre las piernas. Por cierto, tiene unas piernas largas y unos muslo generosos, al igual que su culo que también lo tiene muy redondeado y apetitoso.

Pero volviendo a su entrepierna, tengo que deciros que jamás he visto un coño tan hermoso como el suyo. Por supuesto que no soy nada objetivo, es mi madre, joder, y estoy enamorado de ella. La primera vez que pude vérselo lo tenía muy bien depilado, no rasurado, aunque posteriormente si lo ha tenido afeitado, es más, casi siempre lo lleva afeitado, pero cuando yo se lo vi bien la primera vez lo tenía con vello muy recortadito, como terciopelo al tacto.

Su raja es más bien grande, con los labios mayores ligeramente abultados y carnosos, algo hinchados cuando está muy excitada, y por entre su raja se le suelen salir los labios menores, como dos laminitas rosadas y jugosas. A mi me gusta mucho jugar con ellos con mi boca. Y de su clítoris solo puedo decir que es una fuente de placer inagotable para ella. Es como un botoncito muy sensible que se endurece y aumenta ligeramente de tamaño cuando está cachonda. Yo lo sé, y cuando tengo la oportunidad se lo chupo con toda la ternura y suavidad que puedo con el único objetivo de hacerla disfrutar, y ella me lo agradece dándome algo que me encanta, sus jugos.

Me resulta delicioso saborear sus fluidos melosos, salados y ligeramente ácidos, que no tiene comparación con nada, y os puedo decir que cuando se corre rezuma abundantemente.

Me encanta que se la follen los hombres, porque lo único que deseo es que sea feliz y disfrute de la vida. Se que mi madre es de esas mujeres insaciables que piensan en el sexo continuamente, y a la hora de mantener relaciones no hace distinción de ningún tipo con tal de que el hombre tenga una buena polla que la llene plenamente y la haga disfrutar tanto como puedan. Yo mismo, en ocasiones, le he buscado los novios.

En fin, así es la puta de mi madre, y ya os iré contando sus aventuras amorosas.

domingo, 20 de junio de 2010

Una forma de liberar los prejuicios morales.


Hola amigos.

Supongo que habréis adivinado el tema que pretendo tratar en este blog. Efectivamente mi intención, en un primer momento, es el de fantasear obscenidades y perversiones en público, pues considero que cuando los instintos más bajos permanecen en el ámbito de nuestra intimidad mental, se convierten poco a poco en obsesiones que nada ayudan a mantener una estabilidad emocional aceptable.

Escribir sobre mis fantasías me libera, y pienso que al igual que yo, también hay personas que necesitan proyectar esas fantasías de una forma virtual, ya que para la mayoría de las personas es fácil hacerlo buscando a profesionales como prostitutas, pero hay otras filias que, por su complejidad, realizadas, en ocasiones, es imposible.

Y este es mi caso. Lo que más me excita en el mundo es imaginarme a mi madre teniendo sexo con multitud de hombres, y claro está, esto no se puede realizar puesto que en la vida real mi madre es una señora muy decente y respetable, como la mayoría de las madres.

Así que he decidido inventarme una familia ficticia en la que todas sus actividades giren al rededor del sexo. Del sexo más obsceno y depravado.

He imaginado en mi mente una madre que reuna todas las características de una ninfómana, y con la que pueda fantasear haciéndole el amor de forma inceptuosa.

Para esto he recreado la figura de esta mujer pervertida, disoluta y amoral, y de la que podéis haceros una idea con la imagen de la foto de mi perfil y a la que he dado en llamar "Inés".

En fin, espero compartir con vosotros todas estas historias que, en muchas ocasiones serán extremadamente duras, obscenas y perversas. Vaya por delante que este sitio no será apto para remilgados y gente cuyos prejuicios morales sean de tal magnitud que no puedan asumir lo que aquí pretendo relatar.

Un saludo y permaneced atentos.